8.13.2007

Cat keeper

Poco afecto a los animales. Hasta hace muy poco el único interés lo despertaba Katerina y el motivo era menos el cariño que la plata. Katerina es la infartante yegua que alguien algún día me dijo que me pertenecía seguramente sin saber que yo la querría simplemente convertir en pasajes de avión. Devota incondicional del sexo más desenfrenado, fue ella quien saltó salvajemente el alambre para unirse al recto erecto del padrillo zaino, quedando automáticamente preñada y dilatando (aniquilando, en verdad) su destino de estrella equina tanto como la presencia de quien suscribe en Benicassim u otro. (Un asunto re peque bu, diría mi compañera de paco). A partir de ese momento, la muy explosiva, se sumaba al panteón de las estrellas rockeras indomables (de ahí viene Katerina: homenaje a Kate Moss, su símil humano y novia o no sé qué de Pete Doherty).

En la disyuntiva conceptual perro/gato siempre opté por el primero. El debate (humanismo recalcitrante mediante), si llega a ese estatuto, ya me parece malísimo. Agotado en otros momentos, inconducente, de bajo vuelo, etc. Pero, sí, deberían aclararse estas cosas desde el vamos. O no, no solucionar nada y que todo continúe. Sí. O no. Es lo que no sé.

Cerebrito extraterrestre que piensa y habla; se chupa (a) y despega de uno con la misma facilidad y celeridad, casi en un mismo movimiento. El abismo es cuestión de horas, dos días como mucho.
Dice cosas como “cada 5 comentarios que hace mi mamá, me molestan 3 levemente y 1 bastante. y hace comentarios sin parar. por suerte tenemos una camioneta enorme y si quiero me siento en tercera fila a unos 10 metros de ella.”

Un poco Maní, un poco Olivia. (Cantan.)

Me and you and everyone we know me debe haber perturbado; fuí socorrido y amamantado. Hiroshima Mon Amour terminó y la volví a poner. Pongo pause, prometo no turbarme y me hago un café: en la violenta escalada hacia el peldaño más alto de la estratósfera mi hermana lo logra pegando a…los piojos, la banda, con D. Banhart, el hippie trucho.

En NY existen los “cat keepers”, me cuenta Fel. Es prácticamente un oficio: van a la casa de algún rico que, en su ausencia, les deja los gatos para que se los cuide. Les pagan; a mí ni un shymmy. Hoy, soy "cat keeper" tiempo completo, “con cama”.

A esta altura, mi preferida es Olivia. Mientras veo tv sin volumen, se posa sobre mi cuerpo, tantea la superficie y, finalmente, se acuesta entre mis piernas y duerme. Cada día nos queremos más. Maní, en cambio, de dudosa moralidad, ni bola.