2.26.2007

Pretty persuasion

Situación de final 1: Empiezo a dar mi tema: la relación entre técnica, modernidad y progreso aplicada hoy a la tecnociencia, la genética, el posthumanismo y bla bla bla. Pero a eso de los tres minutos de mi oral me encuentro hablando de una chica con la que salí y de mi familia. Es decir, de mí. De repente, un examen final se transforma en una cuasi sesión de terapia ¿Cómo llegué a eso? No sé. La cosa es que mi analista ocasional se copa bastante con el tema. Tanto que se ocupa de aclararme que no me preocupe, que no lo va a usar como ejemplo para futuras clases con sus alumnos. Y yo me hago el que lo pienso un segundo y le digo que mientras no tire nombres todo bien (bueno, como si alguien me fuera a conocer en una facultad de ¿12.000? alumnos). De repente, siento que mi final va bien, muy bien, mucho mejor de lo que esperaba. En mi excitación interior (que a todo trapo intento disimular) de repente dudo en los beneficios de emocionarme, de largar alguna lágrima. Sería divertido, (además de cínico), pienso rapazmente. Pero no, es demasiado. Además, no tengo el coraje. Cuando me repite que mi improvisado tema le parece interesante por esto y lo otro, y mientras ya pasó casi o más de media hora de íntima charla de diván en que nos miramos apasionadamente (?) a los ojos, se me cruza otra idea descabellada: ésta mina me está tirando onda. Navo. Después se me pone a hablar de su marido y me doy cuenta que no.

Situación de final 2: Salgo y le cuento a mi amigo en que desembocó mi final. “Uh, ¿la posta es delirar?. Me voy a ir al carajo entonces…”, me dice. Me llama y me cuenta que le tomó el cocainómano esquizofrénico. Y que no lo dejó hablar: de la media hora de charla no habló más de cuatro minutos. Él mencionó una operación de rodilla y el otro se largó a hablar sobre lo que le gusta hacer taikwondo y del acupuntor chino al que va seguido.

Situación de final 3: Mi amigo me cuenta que el mismo profesor heroinómano esquizofrénico una vez le tomó a una amiga suya. Parece que ésta se sentó y él le pidió que le hablara de la relación entre Heidegger (u otro, no sé) y…la remera que llevaba puesta. La chica, indignada, amenazó con irse si no la dejaban dar su tema. Al final, parece que se quedó.

2.24.2007

El automatismo de la aplicación

Soñé algo raro, violento, perturbador. Los Rolling Stones venían por milésima vez al país y yo aparecía haciendo la cola para comprar la entrada (carísima). Estas las vendían en alguna galería de la Av Santa Fe, como ésas que al fondo siempre tienen una peluquería para niños (y que tienen pequeños automóviles inmóviles para que la torturante mutilación capilar disimule el infanticidio que disfraza); pero ésta, además, intimidaba por sus techos altísimos y porque todo, pero todo (en verdad, paredes y techos; el piso tenía moquet), estaba recubierto por inmensas cortinas marrón oscuras. Todos parecían excitados por su inminente compra menos yo. La estaba pasando mal, muy mal. Me metía la mano en el bolsillo y doblaba frenéticamente los billetes (ya húmedos, pegajosos, asquerosos), como si eso fuera a revertir el destino que se me revelaba como irrevocable. Cuando me quise dar vuelta, quedé sólo frente a la vendedora (un poco parecida a Lilly Suyos). Tenía que actuar. Y rápido: la siguiente tanda de desbocados consumidores aguardaba al acecho detrás de una valla, mirándome; parecían rottweilers. O compraba la entrada o salía corriendo de ahí. Quería elegir y no podía. La desaforada amabilidad de la vendedora (¿me hablaba en inglés?) terminó por violentarme. Reducido a objeto, cosificado, cerré los ojos y con un movimiento craneano como de alguien que no quiere la cosa, puse la plata en el mostrador. Cuando la vendedora (un poco parecida también a alguien más…pero no puedo sacar a quién) se aprestaba a agarrarla…ahí me desperté.

Después caigo, me quedan pocos ahorros y tienen un solo destino posible de tres: dos pares de botines (sí: uno para pasto sintético y otro para pasto natural), la bendita caja con los doce dvds de Truffaut o la potencia de sonido (porque parlantes conseguimos, no?).

Otra cosa: para aquellos pobres "anestesiados universales" que se valen de los psicofármacos como inevitable (?) puerta de acceso a la "conciencia feliz"…¿Cómo es?. Mi ingenua duda es: ¿los sueños actúan ahí como último espacio de resistencia vital, quizás como resabios del hombre todavía no mecanizado enteramente? ¿O incluso los sueños están también perfectamente guionados, regulados y formateados? Es obvio que sí, ¿no? La re puta madre…

2.10.2007

Bandas angloparlantes que deciden llamarse Yo la tengo (pronunciesé iolachengou),El Perro del Mar(suecos!), The Delgados, Ramones o Luna.
Luke Wilson en Bottle Rocket (1996, Wes Anderson) entregandosé al amor de una paraguaya que no habla otra cosa que castellano (y guaraní capaz) y con la que, perdidos en la traducción, desatan absurdos malentendidos linguísticos.
Jagger (o cualquier otro visitante rocker de turno) escupiendo torpes arengas para el público local. Love poniendole a un tema Qué Vida! o los Tv on the radio haciendo Los mataban, integramente en castellano.
¿Un capricho idiomático? ¿Fonético?¿El inevitable contagio del avance de la población latina en el primer mundo? ¿O simplemente se coparon viendo un culebrón mexicano?
De éso trata éste post. Un homenaje a la deliciosa gracia que me causa escuchar la fonética de un yanqui, noruego o escocés al pronunciar el idioma castellano.

Spanish troll - Mink Deville. El cantante es un ladrón desvergonzado de Lou Reed…pero eligió bien a quién robarle y lo hace muy bien.Averiguando un poco encuentro una posible explicación al porqué de meterse con el castellano: el bajista de ésta banda neoyorquina de fines de los setenta era un tal Ruben Siguenza. Más latino, imposible. Promediando el tema se puede escuchar algo así:
Rosita, adónde vas con mi carro, rosita? Tu sábes que te quiero….pero usted me quita todo….mi televisión, mi radio, ahora quiere llevar mi carro …no me haga así, venga aquí, usted sí que es salado” (sic). Brillante.
Qué Onda Guero - Beck. Bueno,…no mucha. Yo extraño al Beck de Mellow Gold. Acá por lo menos mete unas palabras castellanas que justifican su inclusión en el post.
Evil Hearted you -Pixies: “Vamos a jugar con la playa” cantan en Vamos (Surfer Rosa); "Hermanita ven conmigo,Hay aviones cada hora,Isla del encanta,Me voy!" en Isla de encanta (Come on Pilgrim) y hasta cuentan con amigos como Pico, Paco y Piedra en Crackity Jones (Doolittle). Pero, lejos, el mejor tema en castellano que hicieron está en el grandioso (casi tanto como los discos originales) Complete B Sides y es un cover de The Byrds doblado al español que jamás cansa y tiene la virtud de sonar siempre fresca. Aquí un fragmento:

"Sonriendo enganando, coqueteas conmigo hasta que no hay esperanza,
Respondiendo degradando, de rodillas intento agradarte.
Pero te quiero sin embargo y te deseo piedad,
A mi lado y veras lo que significas para mi"


Todos los dolores - Devendra Banhart. Este hippie trucho me cae mal desde que lo ví el año pasado. Pero tiene muy lindos temas, algunos en castellano. Igual, acá hay trampa: el tipo es yanqui pero vivió unos cuántos años en Venezuela.

Nat King Cole tiene dos temas en castellano en la banda de sonido de Happy together (Wong Kar Wai, 1995). Quizás quizás quizás es uno.

Jonathan Richman es Dios. Un bicho rarísimo en la historia del rock y bastante ninguneado me parece. J. R tiene el irremediable deseo de vivir eternamente enamorado y de encontrar el amor perfecto. Y lo cuenta (y lo canta) con un encanto y una gracia de otro planeta. Nadie más que él para cantarle al "enamoramiento". Temazos como Back in your life o Important in your life lo atestiguan. Y ahí está el más grandioso y sabio título jamás puesto a un disco sobre el tema: Not so much to be loved as to love.


Es que JR es un eterno niño, un romántico y un tipo feliz (sobre el vínculo entre niñez y rock ver ésta reciente nota –en la que no casualmente aparece implicado JR-). Cero cool, cero roquero, cero pose.
Veamos. Si en el momento en que saca su primer disco había que romper con el pasado y proclamar el no future JR ni se entero. Y capaz que estaba perdidamente enamorado por ahí, levitando en una nube llena de flechas y corazones partidos. El tiraba abajo el idotizante axioma rockero que propone la vida rápida y la muerte precoz (Dignified and old). Y mientras reafirmaba su conciencia le reprochaba a la chica que le gustaba el seguir saliendo con Jhonny, un hippie que pasaba el tiempo drogadondosé, y le aseguraba que él mismo debería ser su novio (I´m straight). Salía a cantar que todavía amaba a sus padres y al “viejo mundo”, aunque su novia neoyorquina no lo entendiera (Old World); y en el mismo disco decía que estaba enamorado con los EEUU y con el mundo moderno (y que no era tan malo como los estudiantes decían) para terminar agregando, casi a la pasada, y sin mucho que ver, pavada de cosa: que en verdad quería conseguir una “true girl” (Modern World). Pero, de nuevo: él es el grado cero de la impostura. Nada de cantar “I´m a looser, baby” o de vestirse como Jarvis Coocker, ponerse los anteojitos de nerd y hacernos creer que es la antítesis de lo cool (cuando en verdad todos sabemos que JC es lo más cool de lo cool). El va al Top of the pops con el menor divismo del mundo y el presentador (que se vé que no lo entiende) medio que lo termina boludeando por su extrañísima performance. Y ni hablar del humor de canciones como Abdul and Cleopatra, Dodge Veg-O-Matic, I´m a little dinosaur o Ice cream man .
Los que creen no conocerlo seguramente lo tienen si vieron There´s something about Mary (hermanos Farrelly); èl era el tarado que hacía la banda de sonido (¿y que también aparecìa cantando con su guitarra detràs de Cameron Dìaz o Ben Stiller?). Después seguramente están los que lo conocen por èsa enorme banda llamada The Modern Lovers. Pero si se quedan ahí se están perdiendo lo mejor: sus discos solitas con canciones en castellano. Imperdibles.
En Her Mystery not of High Heels tiene cuatro temazos cantados en español: Yo tengo una novia, Vampiresa mujer, El Joven se estremece y Con el merengue.
Y después tiene uno enteramente en castellano que ya con su título ¡Jonathan, te vas a emocionar! (¡qué título!) provoca a colgar un póster gigante de Jonathan en tu cuarto y a querer que sea tu mejor amigo.

En un mundo más honesto una epistemología de la cooperación y el amor sellarían la muerte definitiva de la dominación y el cálculo, y así, las madres del mundo, emocionadas, amamantarían a sus hijos con Roadrunner de fondo.

Acá dejo sólo tres temas: Papel de chicle, Yo tengo una novia y El joven se estremece. Pero pondría todos.

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Jonathan Richman & the Modern Lovers -New England